La historia interminable
Los Tres Bits y la Empresa a Distancia
Alex vivía en Madrid, Miguel en Bilbao y Alexa en Valencia. Se conocieron en un foro de nerds donde discutían si era mejor programar de noche o de madrugada (porque dormir, claramente, no era una opción). Después de varias conversaciones cargadas de gifs de gatitos y discusiones técnicas intensas, decidieron que el destino les llamaba a hacer algo grande juntos.
—“¡Montemos nuestra propia empresa de informática!” propuso Alex.
—“¡Sí! Pero yo me encargo de la seguridad, nada de conexiones inseguras,” dijo Miguel, ya paranoico solo de pensarlo.
—“Y yo organizo las bases de datos para que no se pierda ni un bit,” añadió Alexa emocionado.
El único problema: estaban a cientos de kilómetros de distancia. Pero, ¿qué son unos cuantos kilómetros para tres genios de la informática?
La Oficina Virtual
Decidieron montar una oficina en el metaverso. El primer día, Alex llegó temprano a la reunión virtual con un avatar que parecía un ninja digital. Miguel apareció con un casco de hacker futurista y Alexa… bueno, Alexa olvidó cargar la batería de su casco VR y tuvo que unirse por Zoom, pixelado como si estuviera transmitiendo desde Marte.
—“Esto es lo mejor de trabajar a distancia,” dijo Alex mientras hacía piruetas en el metaverso.
—“Sí, pero Alexa parece un meme de los años 90,” comentó Miguel entre risas.
El Proyecto del Cibergallinero
Su primer cliente remoto fue un granjero que quería automatizar el gallinero. La idea era simple: sensores para contar huevos, puertas automáticas y notificaciones cuando las gallinas pusieran huevos.
Pero claro, siendo Los Tres Bits, lo convirtieron en una obra de ingeniería descomunal.
—“Podemos crear una red privada para cada gallina,” dijo Alex.
—“Y añadir firewalls para que ningún hacker robe huevos virtuales,” propuso Miguel con una cara seria.
—“Voy a diseñar una base de datos para registrar el estado emocional de las gallinas,” añadió Alexa, convencido de que era clave para la productividad avícola.
Al final, el sistema tenía más tecnología que la NASA, y el granjero solo quería saber si había huevos o no.
—“Lo único que necesito es que el gallinero no me mande emails a las tres de la mañana,” se quejó el granjero.
Las Reuniones Surrealistas
Al trabajar a distancia, las reuniones eran de lo más caóticas. Una vez, Miguel estaba en medio de una presentación sobre ciberseguridad cuando su perro empezó a ladrar como loco.
—“Un hacker de cuatro patas,” comentó Alex entre risas.
Otro día, Alexa se quedó sin internet en pleno informe de bases de datos y tuvo que continuar por teléfono mientras el repartidor del súper le dejaba las bolsas en la puerta.
—“¡Esto es una empresa tecnológica de vanguardia, no un mercado medieval!” gritó mientras intentaba conectarse de nuevo.
El Éxito Inesperado
A pesar de sus locuras, la empresa despegó. Sus clientes adoraban las soluciones extravagantes y personalizadas que nadie más podía ofrecer. Su lema se volvió famoso:
«Los Tres Bits: Si funciona, no preguntes cómo.»
Y aunque seguían en ciudades distintas, siempre encontraban la forma de reírse juntos, solucionar problemas imposibles y recordar que, en el fondo, no había nada mejor que un ciberlío bien montado entre amigos.

